Concepto de psicomotricidad en la infancia

El movimiento es clave para el ser humano desde la primera etapa, no sólo por su sentido práctico, sino porque también gracias a él conocemos el entorno que nos rodea o a las personas que lo componen y, por tanto, nos descubrimos a nosotros mismos, permitiéndonos desarrollar aspectos psicológicos y afectivos indispensables para el crecimiento armónico de nuestra personalidad.
Desde este punto de vista, cada acción se contempla como un elemento dependiente del pensamiento y la emoción; es decir, existe una relación inherente entre nuestras acciones, pensamientos y sentimientos. En ese concepto integrador y global es precisamente en el que se basa la psicomotricidad.
La psicomotricidad es un enfoque de la intervención educativa o terapéutica que pretende aprovechar todas las posibilidades motrices, expresivas o creativas partiendo del propio cuerpo. Un enfoque, además, de gran valor para el fisioterapeuta pediátrico, que le ayudará a entender cómo evolucionan los niños en sus diferentes áreas, aportándole una visión global y necesaria a la hora de trabajar en un equipo interdisciplinar, y que también dará respuesta a situaciones que puedan darse durante las sesiones de fisioterapia.
La capacidad plástica del cerebro, especialmente en los primeros años, debe estimularse para que puedan establecerse un mayor número de conexiones neuronales. Esto se consigue a través del movimiento, con acciones, por ejemplo, tan habituales para los niños como el juego. De esta manera, aprenden a gestionar tanto la acción como el conocimiento. Pero ¿cuáles son las ventajas de este tipo de intervenciones?
Las sesiones grupales, habituales en este procedimiento, generan en el niño múltiples beneficios, que abordan su realidad motora, cognitiva, social y afectiva. Así el pequeño experimentará una mayor conciencia de su propio cuerpo, aprenderá a dominar el movimiento o la postura, pero también adquirirá hábitos que le ayuden a mejorar el aprendizaje o la memoria, o reforzará nociones básicas. A nivel socio-afectivo, la psicomotricidad le ayudará, por ejemplo, a enfrentar miedos, será un buen canalizador que le aporte equilibrio, y fomentará la interacción con otros niños, algo crucial para el desarrollo del menor.
La intervención vendrá supeditada al objetivo que se persiga y adaptada al sujeto. Existen diferentes tipos de aplicaciones: educativa, reeducativa y terapéutica.
El primer caso está dirigido a niños de entre 1 y 6 años. A través de acciones corporales como saltar, jugar o manipular objetos los niños consiguen reconocer formas, expresar emociones, así como adquirir habilidades sociales, comunicativas, aumentar su autoestima, creatividad o adquirir destrezas.
Por su parte, la psicomotricidad reeducativa está destinada a niños mayores de 3 años con algún tipo de dificultad en el movimiento o problemas emocionales o sociales, entre otras cosas. Su espectro es amplio, tratando tanto trastornos del sueño como dificultades afectivas o de aprendizaje escolar.
En cuanto a las sesiones terapéuticas, estas se llevan a cabo de manera personalizada, individual. Resultan positivas en niños y adultos con patologías como parálisis cerebral, autismo o distrofia muscular.
En definitiva, la psicomotricidad se ha convertido en una manera de entender la educación, basada en una intervención activa e integradora que debe atender y adaptarse a las diferentes etapas del desarrollo del pequeño, con el fin de que este genere una imagen positiva y armónica de sí mismo.
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