CONDROMALACIA ROTULIANA: SÍNTOMAS Y TRATAMIENTO - 25/2/2015 - Sin categoría
La condromalacia rotuliana es una de las afecciones de rodilla más comunes y, por tanto, muy presente en el día a día del fisioterapeuta. Puede producirse a cualquier edad, dependiendo del origen de la afección, y consiste en el desgaste, fisura o reblandecimiento del cartílago que aísla de fricción a la rótula y el fémur.
Esta patología degenerativa, también conocida como síndrome fémoro-patelar, fémoro-rotuliano o condropatía rotuliana, se presenta con más frecuencia en mujeres que en hombres. Entre sus síntomas: rodillas cansadas, dolor en la parte anterior de la rodilla que empeora al sentarse o bajar escaleras, chasquido al realizar actividades que flexionen la rodilla, debilidad del cuádriceps, e incluso sensación de inestabilidad.
¿Por qué se produce?
Aunque se considera una lesión típica a nivel deportivo no siempre éste es su origen. Existen diversos factores que pueden llevar a un paciente a experimentar este característico malestar. Así, el desarrollo de la lesión puede derivarse de problemas estructurales, como por ejemplo por mala alineación del mecanismo extensor de la rodilla o la situación de la rótula; pero también por obesidad, debido al exceso de peso sobre la rodilla y la presión extra sobre la misma. A todo esto, pueden sumarse otras causas como infecciones locales, artritis reumatoide, traumas, sedentarismo o predisposición genética.
En el caso de producirse esta lesión en adolescentes o adultos jóvenes, las causas suelen guardar relación con sobrepresión o sobrecargas, tal y como sucede en la práctica de ciertos deportes, sobre todo si éstos se practican con regularidad o intensidad.
¿Cómo tratarla?
Antes de iniciar cualquier tratamiento es imprescindible confirmar las causas que han llevado al paciente a desarrollar esta afección. Los síntomas de la condromalacia se repiten en otro tipo de lesiones, con lo que no es fiable un diagnóstico a partir de estos indicios, ni será completo sólo si nos quedamos en el examen físico. De la misma manera, el dolor no identifica el calado de la lesión; es decir, puede llegar a ser agudo y no por ello encontrarse en un estado avanzado. Por todo esto se necesitará de otras pruebas complementarias, como la radiografía, entre otras, que certifiquen el estado de la lesión.
El paciente pasará puede pasar por cuatro grados en la progresión de la condromalacia, que irán desde la presencia de edema y el reblandecimiento del cartílago, hasta la afectación del hueso subcondral. Según el grado en el que éste se encuentre, se planificará el tratamiento, teniendo como primer objetivo aliviar el dolor. De esta manera, se iniciará un tratamiento combinado. Por una parte, farmacológico, principalmente basado en antiinflamatorios y analgésicos.
Por otra, con un fisioterapeuta, centrado entre otras cosas en masaje, punción seca, estiramientos musculares, fortalecimiento del cuádriceps o ejercicios propioceptivos de rodilla.
Para acompañar estos tratamientos existen otras medidas beneficiosas que puede realizar el propio paciente, formando parte activa de su recuperación. Entre ellas, aplicar frío de manera local, evitar prolongar posturas de flexión o extensión de la rodilla o ejercitar la musculatura a través de actividades de bajo impacto en la rodilla, como la natación o el pilates.
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