Definición y causas de la hernia discal - 27/1/2016 - Sin categoría
Terapia manual de columna y pelvis: valoración, técnicas manipulativas y miotensivas
Cuando hablamos de hernia discal, lo hacemos de una patología relativamente habitual que afecta al disco intervertebral, una estructura gelatinosa que permite la flexibilidad de la columna y actúa como amortiguador ante las actividades diarias. Con el paso del tiempo, el disco puede llegar a sufrir alteraciones, comprometiéndose su funcionalidad y mermando la calidad de vida de las personas que las sufren.
Cada disco está compuesto por dos elementos: el núcleo pulposo y un anillo fibroso que lo rodea. Las repetidas presiones o movimientos inapropiados pueden ocasionar que el anillo sufra cierto desgaste, produciéndose una alteración en el núcleo.
La hernia discal aparecería cuando ese desgaste supone la rotura del anillo y, por tanto, la migración del núcleo, generando compresión en las estructuras adyacentes: la médula, si es una hernia central, o la raíz nerviosa que se encuentra a ambos lados de la vértebra, si lo es radicular.
En función de la zona, gravedad y desviación de la migración se valorará el alcance de la patología en el paciente.
Sintomatología y origen
Como decimos, la presencia de una hernia discal suele implicar dolor. Sin embargo, no en todos los casos sucede de la misma manera ni con la misma intensidad. En algunos, incluso, permanece oculta durante un tiempo hasta que se presentan los primeros síntomas. En definitiva, depende de cada caso.
En función del lugar en la columna en el que la afección se origina, las hernias discales pueden clasificarse en lumbares, dorsales o cervicales. Las más frecuentes se presentan en la zona lumbar, especialmente L4-L5, L5-S1.
Una hernia discal, además de dolor, puede generar pérdida de fuerza, calambres, cosquilleos o entumecimiento en brazo y pierna, dependiendo de si se encuentra en la zona cervical o lumbar. Pero ¿por qué llega a producirse?
A la hora de valorar el origen del desgaste y posterior rotura de los anillos fibrosos es importante tener en cuenta ciertos factores mecánicos; es decir, pueden llegar a surgir a partir de la repetición de algunas actividades o posturas incorrectas.
Sin embargo, estas causas no deben desasociarse de otras más profundas, que pueden producir cambios en el paciente y que en muchas ocasiones se hallan presentes en su día a día. Nos referimos al estrés prolongado, el sedentarismo, una alimentación deficiente, ciertas alteraciones viscerales o la obesidad. Estos factores pueden generar una espiral inicial que impulse la aparición de la patología.
Intervención del fisioterapeuta
Antes de enfrentarse a la delimitación de un tratamiento, el profesional de la fisioterapia necesitará explorar de manera minuciosa al paciente, valorando las limitaciones asociadas, descifrando las diversas causas y factores, y desestimando otras patologías con idénticos síntomas.
A partir de aquí, el fisioterapeuta deberá abordar la afección desde un punto de vista integral; es decir, será tan necesaria la terapia manual, como la actividad física prescrita o la modificación de hábitos posturales en el paciente, y por tanto su implicación en el proceso, para lograr su mejoría.