EL GATEO, EL PRIMER PASO HACIA LA BIPEDESTACIÓN

Aunque cada día surjan nuevas vías y mejores artilugios que ayuden a los padres en su rutina, siguen existiendo ciertas prácticas ancestrales de las que no debemos alejar a los más pequeños. Este es el caso del gateo.
Muchos padres, llevados por un exceso de protección y de desinformación, tienden a impedir que los niños experimenten esta fase, incitándolos a andar de manera precoz o comprándoles artículos, como el andador, para facilitar su desplazamiento. La fisioterapia pediátrica advierte de las consecuencias de este tipo de decisiones, así como del perjuicio de la mala praxis de elementos que, siendo positivos como estimulante, lleguen a reemplazar prácticas naturales y fundamentales para el desarrollo del bebé.
El gateo no es más que la forma natural de desplazarse del niño antes de la bipedestación. Es, por lo tanto, una etapa de enlace dentro de un ciclo de adaptación, pero también su primera experiencia con la gravedad.
Cuando un niño gatea desarrolla sus capacidades cognitivas, biomecánicas y cerebrales. Gracias a esta práctica, el pequeño comienza a descubrirse a sí mismo (sistema propioceptivo) y al entorno que le rodea. Tiene un nuevo mundo a su alcance con el que relacionarse y del que adquirir seguridad y autonomía.
Gatear hace posible el desarrollo del patrón cruzado, función neurológica clave para el desplazamiento del ser humano, que hace referencia al movimiento de los ejes hombro-cadera. Con ello, el niño mejora la coordinación y el equilibrio (sistema vestibular).
Además, tonifica de forma adecuada y armónica toda la musculatura que más tarde mantendrá su columna erguida, evitándole posteriores problemas y proporcionándole una sana higiene postural.
Al mismo tiempo, consigue que, al apoyar las manos, enfoque con ambos ojos a un mismo punto, un ejercicio fundamental contra el estrabismo.
A nivel cerebral, conecta los dos hemisferios, propiciando vías de información fundamentales en el desarrollo de las funciones cognitivas; a la vez que ayuda a la laterización, es decir, a la especialización.
Es, por todo lo anterior, una inmejorable fuente de información sensorial. Una práctica que prepara al bebé para la definitiva bipedestación desde el punto de vista anatómico y espacio-temporal, proporcionándole las herramientas necesarias para que se relacione y conviva de manera armónica con el entorno. Y un paso definitivo para evitar padecer ciertas complicaciones de adaptación o problemas de columna al llegar a la edad adulta.
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