Fisioterapia tras la operación de cadera - 21/10/2015 - Sin categoría
El número de operaciones en articulaciones como la cadera o la rodilla ha crecido de manera exponencial y generalizada en los países occidentales en los últimos tiempos, y se prevé que esta tendencia continúe. El envejecimiento progresivo de una población cada vez más longeva es sin duda una de las principales causas de esta nueva realidad.
En España se dan cada año alrededor de 30.000 nuevos casos, consecuencia de enfermedades degenerativas como la artrosis -la más común-, la osteoporosis o la artritis reumatoide, entre otras. Por ello, la franja de edad más habitual de este tipo de intervenciones suele rondar los 50-80 años. En este sentido, cobran especial atención las caídas, causa directa de fracturas de cadera en personas de avanzada edad. Según datos, el 30 % de las personas de más de 65 años y el 50 % de las mayores de 80, sufren algún tipo de percance de estas características una vez al año.
La efectividad del método garantiza una mayor calidad de vida para quienes se aquejan de este tipo de afecciones, frenando el dolor crónico inherente y las limitaciones diarias que estas producen.
La articulación de la cadera es una de las estructuras más grandes del cuerpo. Esta se presenta rodeada de tejidos blandos de gran importancia que la completan y que deben tenerse en cuenta. La intervención puede resultar parcial o total, dependiendo de factores como la edad, aunque es esta última la más común.
Una vez realizada la operación, el paciente necesitará generalmente de entre 3 y 6 meses para restablecerse; recuperación en la que la fisioterapia intervendrá de manera decisiva.
El papel de la fisioterapia
A la hora de enfrentarse a la rehabilitación tras una operación de estas características es importante no descuidar el tiempo. Por ello, el primer contacto con el paciente debe realizarse, a ser posible, de manera previa a la operación. Esto nos ayudará a generar confianza e informar al enfermo del procedimiento, asimilando así las pautas de rehabilitación que se seguirán justo después de la intervención, y las precauciones que deberá tener en cuenta.
En esta primera toma de contacto es fundamental valorar su estado general, tanto a nivel físico como psíquico, para establecer un tratamiento lo más personalizado posible.
Una terapia temprana no sólo favorecerá la tonificación y fortalecimiento de la musculatura, sino que también ayudará a limitar el dolor. En este momento, es crucial, a su vez, aplicar técnicas de fisioterapia respiratoria para evitar complicaciones posteriores que puedan desembocar en neumonías.
El fisioterapeuta llevará a cabo un plan de actividades con movilizaciones activo-asistidas y ejercicios de fortalecimiento mediante flexión controlada del miembro operado, entre otros, y aplicará masajes en la pierna y glúteos, además de en la zona de la cicatriz, para restablecer el bienestar general de la estructura y preparar al paciente para el siguiente paso: ponerse en pie. Es importante iniciar el proceso paulatinamente, sentando a este en el borde de la cama, y procurando mantener la pierna implicada siempre estirada. Se ayudará para lograr este objetivo de la pierna sana y los brazos, al igual que del profesional, que asistirá el movimiento en las primeras ocasiones.
El paciente tendrá un papel activo en todo momento, también tras el alta. En casa deberá continuar los ejercicios y cuidados iniciados en el hospital. Actividades como la de, sentado en una silla, hacer estiramientos de la pierna y colocarse sobre las puntas de los pies, entre otras, y seguir ciertas pautas a la hora de usar el andador o la muleta serán fundamentales para mejorar la respuesta y reducir el tiempo de recuperación.