a ARTIFICIAL UNIVERSAL, UN SUEÑO CADA DÍA MÁS CERCANO

La sangre es un elemento unido al ser humano no sólo en el plano biológico, sino también metafísico. A lo largo de la historia, su importancia ha quedado reflejada en los rituales y creencias de las distintas culturas que la concebían como un símbolo sagrado.
Desde hace siglos, ese plano ha convivido con otra realidad de carácter científico. La descripción y posteriores estudios sobre el sistema circulatorio supusieron un cambio radical en la concepción de la anatomía humana. En la actualidad, otro gran giro se prevé con el desarrollo de la sangre artificial.
A partir de la Guerra de Vietnam, punto de inflexión en el que se evidenciara la necesidad de crear un sustituto sanguíneo, la creciente preocupación por la escasez de plasma hizo florecer proyectos de diverso resultado y algunas contraindicaciones. Encontrar un sucedáneo funcional y universal se ha convertido en una prioridad nada fácil de conseguir en un mundo con 90 millones de transfusiones anuales.
Un estudio reciente, desarrollado por científicos británicos y basado en células madres pluripotentes; es decir, con capacidad para generar todo tipo de tejidos, abre una nueva puerta a la esperanza. Los primeros resultados han demostrado que la creación de glóbulos rojos es posible, por lo menos en el 50 por ciento de los casos. Esta investigación supone un gran paso, ya que es la primera vez que realmente se halla un producto con los estándares adecuados de calidad y seguridad para la transfusión humana. El proyecto que se prolongará hasta 2016 se probará en 3 voluntarios, certificándose entonces la validez o no de este método y el alcance del mismo.
El éxito supondría un paso definitivo para hacer frente a las limitaciones de este líquido esencial de vida; pero también, sin duda, es un hilo conductor para otros avances posteriores, orientados a la regeneración y creación real de otros tejidos, a mejorar funciones o estabilizar enfermedades, muchas con las que batallan diariamente médicos o fisioterapeutas.
Esta investigación viene precedida por numerosos proyectos de diverso calado y diferente enfoque también a tener en cuenta.
A principios de siglo, por ejemplo, y tras 20 años de estudios, apareció una sustancia aprobada para uso humano, Hemopure. Basada en glóbulos rojos de ganado bovino, estaba indicaba especialmente para pacientes con anemia aguda. Este fármaco favorecería la oxigenación de los tejidos necesitados gracias al menor tamaño de las moléculas no celulares de la hemoglobina resultante y su menor viscosidad, pero también conllevaría efectos secundarios temporales.
También en 2007 se presentó un estudio que pretendía imitar a la naturaleza utilizando las porfirinas, moléculas huecas de forma cuadrada que se combinan con metales como el hierro, y que asociadas con la química de los polímeros imitarían a la hemoglobina, según sus autores. Entre sus características, la posibilidad de fabricar este sustituto en forma deshidratada, con los beneficios que acarrearía en cuanto a conservación y transporte.
A pesar de que todas estas investigaciones tomen puntos de partida distintos, poseen elementos comunes más allá del sentido práctico de la investigación, basados en la propia naturaleza de la nueva sangre: la inexistencia de agentes infecciosos, por lo que no hay riesgo de contagio de enfermedades como el VIH o la Hepatitis C; la durabilidad de la sustancia artificial; y su universalidad, es decir, la validez de ésta para todos los grupos sanguíneos.
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